lunes, 13 de junio de 2011

TE QUIERO

Y no estoy enamorada. Y eso precisamente es lo que me jode. Que no puedo usar "te quiero" sin tener el corazón más rojo y blando que nunca. ¿Por qué no podemos decir te quiero con más facilidad? ¿Por qué tengo que estar perdidamente enamorada de alguien para poder decirle "te quiero"? ¿Por qué esperar hasta que sabes que la otra persona aceptará el "te quiero" sin asustarse, llevarse las manos a la cabeza o salir corriendo? ¿Por qué no puedo decir "te quiero" cuando me gusta un beso, un gesto o tras un buen momento?

"Te quiero" no es más que eso. Te quiero ahora, te quiero por lo que acabamos de hacer, de vivir. Te quiero porque me ha encantado esa sonrisa, que me regales ese libro que sabías que esperaba o porque te hayas acordado de mi a las tres de la mañana. Te quiero por eso y nada más. ¿Es posible? ¿Estoy loca? ¿Alguien me entiende? Que querer no es amar, ni siquiera enamorarse, ni es atracción sexual ni es cariño. Querer no es amor. No es un no puedo vivir sin ti, ni un hazmelo todas las noches, ni un cásate conmigo.


Me gustaría decirle "te quiero" a tantas personas... Y por tantas cosas... Y posiblemente con ninguna de ellas me casaría, ni estoy enamorada ni quisiera estarlo. Solo les diría "te quiero" porque el polvo ha sido fantástico, porque me ha encantado pasar la tarde con esa persona o porque las he echado tanto de menos que...


Pero este mundo de imposiciones, de tópicos, de esquemas, de protocolos no me deja decir te quiero a quien yo quiero y cuando yo quiero sin que haya una letra pequeña que me diga que detrás hay algo más. El mundo se asusta cuando oímos decir te quiero, nos planteamos si realmente la persona que lo dice nos quiere, si nos ama, si nos visualiza desnudos, si lo lleva pensando mucho tiempo, si quizás no lo ha pensado bien antes de decirlo, si esa amiga que nos lo dice será lesbiana o si ese chico se sacaría el corazón para dártelo, si... qué sé yo. Somos idiotas.

Yo nunca digo te quiero, les tengo miedo. Siempre pienso que se va a entender como algo más de las dos palabras que son, siempre pienso que no es el momento, o que no es la persona, o que no lo pienso de verdad, o si es que tal vez es algo más de dos palabras. Te quiero. Es que es eso, solo son dos palabras. Y nos dan tanto miedo que a veces soltamos un TQ o ponemos un jajaja detrás. O nos lo tragamos y ya lo vomitaremos otro día, a otra persona, en otro lugar.

¿Sabéis qué? Solo le digo te quiero a mi perro. No parece cuestionarse nada. Si quiero algo más con él, si solo somos amigos, si lo pensé mucho antes de decírselo, si le quiero a él más que a otros, si ahora nos tenemos que decir te quiero cada vez que nos despidamos, si al final de los sms tiene que firmar con un TQ, si algo va a cambiar entre nosotros... Nada. Y si se lo cuestiona, parece no importarle. Solo escucha y no se enfada. Que es lo que deberíamos hacer todos. Escuchar y disfrutar.


Os quiere,
Abril.

miércoles, 8 de junio de 2011

To be continued...

Dejé la correa de Gin sobre la mesa, puse agua fresca en su cuenco y mientras abría los sobres con las facturas pendientes, aquel trozo de papel de periódico me empezó a quemar el bolsillo trasero del pantalón. Lo saqué e intenté quitarle inútilmente todas las arrugas, lo cogí con las dos manos y volví a leer lo que ponía acercándome el papel a los ojos como una ancianita, pensando que captaría más detalles o alguna huella o yo que sé.

Pero no, no me había dejado nada sin leer, "Guille" y un número de teléfono, no más. Cada número tenía tres capas de boli, había sido repasado a conciencia, me gustaba. "Guille" no había titubeado al compartir su teléfono de contacto.
¿Pero qué estaba diciendo? ¿Que me gustaba? ¿Que me gustaba cómo estaba escrito el número de un desconocido? Maldita sea, si solo era tinta de Bic y nueve números de 0 al 9 desordenados aleatoriamente.

Dejé la nota encima de la cama, y mientras me quitaba la camiseta, un escalofrío me recorrió la espalda, era una ladrona de destinos. El tal "Guille" seguro que se había enamorado perdidamente de una chica, de una chica guapísima, con minifalda, melena al viento y con una 100 de sujetador. Y yo, que solo uso una 90 había cogido esa nota, sabiendo que no era para mi. Me sentí fatal. Me sentí mala persona. Una mala persona que ya se sabía seis de los nueve números. Una mala persona que además, tenía un problema. ¿Uno? Esto.. varios.

Repasé con los dedos cada uno de los números, despacio. Joder... "¿y si envío un SMS a "Guille" para hacérselo saber?" Ahora hablaba de "Guille" como si lo conociera, lo que me faltaba. Tuve una idea mucho mejor: devolverla a su lugar. A Gin no le gustó nada eso, me respondió con un tirón del pantalón de pijama. Eso era un no. O quizás un "esa nota era para ti". Estaba volviéndome loca.


Un momento, un tío deja una esquina de periódico con su número de teléfono bajo una piedra y soy yo la que está loca?

Abril.

domingo, 5 de junio de 2011

Otra copa, por favor.

Pagaba la empresa. Recorríamos lo más íntimo de Malasaña, dejándonos caer en lo más vintage de la zona. La carta de gintonics se me hacía interminable y siempre tenía que pensar por dos: por el que me quería beber ahora y por aquél que me traerían a la mesa cuando yo diera el último sorbo del primero.

Gintonic con menta fresca y cereza, gintonic con pétalos de rosa, gintonic con regaliz... Y cada nombre me inspiraba un momento, una historia, un tío. Por lo que la decisión era mucho más difícil, ya no solo me decidía por una marca de ginebra, por un sabor más o menos afrutado, sino también por aquello que decía el nombre. "I'm waiting for my man", "All tomorrows parties" o "Femme Fatale" decían aquello que yo quería oír. Bebí olvidándome de la medicación de mi faringitis, olvidándome de que ya eran las doce de la noche e incluso, olvidándome de que llevábamos más de ocho horas olvidando.

Mi móvil recibía llamadas que sonaban como en otra dimensión, nunca lo suficientemente urgentes como para dejar la copa y coger el teléfono. Cuando la tarde de gintonics ya estaba tocando su fin, intenté ponerme al día con aquellos que habían intentado localizarme. Lucas entre ellos, y sin pensar, pulsé llamar.

Bajaba por la calle Fuencarral, seguramente con cara de ginebra. Tenía prisa por llegar a casa y todos aquellos que me cortaban el paso se movían lentos, con ganas de empezar la noche, con sus copas recién cargadas y oliendo a recién duchados. Yo solo quería llegar ya a casa, se me notaba en la respiración y en los pasos. Y sin darme cuenta con la voz entrecortada, estaba hablando con Lucas. La única razón por la que lo llamé fue por su llamada, no me interesaba para qué me había llamado, ni me apetecía contarle qué había estado haciendo, ni qué haría después, ni qué haría mañana.

Pero allí estaba, contándole de dónde venía y hacia dónde iba. Y no solo eso, sino que además le conté qué pensaba hacer el día siguiente. Él me hacía las mismas bromas que hace tres años, ponía los puntos donde él veía necesario e intentaba cambiar mis planes sin que lo pareciera. Al menos, cuando colgué, ni siquiera me planteé por qué le había llamado ni por qué le llamaría mañana.

Solo faltaban cuatro paradas para casa. Pronto estaría metida en la cama, pensando si hoy dormiría con o sin pijama.

Al llegar a casa, me respondí a la pregunta quitándome toda la ropa con la misma prisa con la que bajé la calle Fuencarral. Mientras me quitaba los restos de color de los labios, procesaba la ginebra ingerida. Encendí un par de velas y me dejé caer sobre los cojines fucsia. Únicamente pensaba..


Que mala es la ginebra, pero que bueno está el Gintonic.

sábado, 4 de junio de 2011

Sólo miradas

Te miro mientras te acercas al equipo de música. Te miro cuanto te agachas y coges el ipod. Te observo mientras buscas la canción, la canción que ya has elegido antes, la que has pensado que ibas a poner…y la encuentras. Y empieza a sonar y lo invade todo. Y empiezan las miradas, las miradas directas a los ojos, que son cortas pero intensas; las miradas de reojo, las miradas que se encuentran en el espejo y que se esquivan al instante para ocultar algo… Y te empiezo a odiar… te odio por poner esa canción, por cantarla, por sabértela, por mirarme para ver si yo la canto, si yo me la sé, siempre poniéndome a prueba. Te odio cuando buscas la postura perfecta para verme a través del espejo, y me odio cuando lo hago yo también. Y cuando dejas puesta la canción más tiempo del debido y a todo el mundo le molesta menos a mí. Pero sobretodo te odio cuando aciertas, cuando me lees el pensamiento y pones la canción que yo quería oír en ese momento. La primera vez quise pensar que era la casualidad…pero ya van muchas y a mí ya me enseñaron que las casualidades no existen.
“Yo no necesito hablar para expresar una emoción, me basta sólo con mirar…” Así dice esa canción. Esa canción que pones a tope y que cantas todo el rato. Esa canción que habla de nuestras miradas... sólo de nuestras miradas y de nadie más.

Allegra

jueves, 2 de junio de 2011

La siesta de las seis.

Casi las seis de la tarde y yo en la cama. Estoy bajo el nórdico, sin vaqueros y sin prisa. Acurrucada en el centro de la cama, de lado, con las piernas encogidas y entre mis brazos, la almohada.

Me gusta eso de meterme en la cama cuando quiero, sin que esté dentro del protocolo o del horario establecido. Me gusta que mi mente se mimetice con las paredes blancas y esa luz débil que las cortinas dejan pasar. No me obligo a dormir, pero estoy con los ojos cerrados. Así se viaja mejor.

Nadie sabe que pasa debajo de estas sábanas negras. Nadie se lo imagina. Me apetece hacerlo. Podría hacerlo. Podría hacerlo sin ni siquiera abrir los ojos. Busco la postura más cómoda y la encuentro rápidamente.



Me gusta eso de..

Abril.