miércoles, 2 de mayo de 2012

asumiendo, el gerundio

Estoy asumiendo. Estoy asumiendo que lo quiero mucho y punto. Estoy asumiendo que quizás nunca me vuelva a gustar nadie como me gusta él. O quizás sí. Estoy asumiendo que nunca vamos a poder ser amigos y que nuestra relación es diferente. Sin etiquetas. Estoy asumiendo que nunca vamos a ser más que amigos tampoco. Estoy asumiendo que no todo pasa por algo y que las cosas malas existen. Incluso a veces sin llevar una lección ni un aprendizaje al lado. Te pasan las cosas malas, te jodes, las sufres, las asumes y sigues. Estoy asumiendo que hay veces que no se puede hacer más. Estoy asumiendo... estoy asumiendo! Allegra.

domingo, 29 de abril de 2012

TRISTEZA

No sé cómo gestionar esta tristeza tan fuerte que siento y que es la tristeza más grande que he sentido jamás. Me ahoga todo el rato. Antes, he sentido rabia, enfado, melancolía y nostalgia de algo que no he tenido. Y todos estos sentimientos eran mejor. Mucho mejor. Yo podía con ellos, los manejaba. Me hacían daño pero conseguía hasta estar cómoda con ellos. No me gustaban pero en el fondo sabía que no eran lo peor que podía sentir. Ahora todos ellos han dado paso a la más absoluta de las tristezas. Tristeza grande y pesada. Que no se mueve, que no avanza. Que no se qué hacer con ella, o como apartarla aunque sea un poco para que me deje respirar. Allegra.

viernes, 9 de marzo de 2012

Propinando

Cuando era una jovenzuela me gustaba ir al videoclub. Para mí no era el plan de banquillo, el suplente, el de si no sale algo mejor pues vamos al videoclub y alquilamos una peli. Qué fea esa frase… “alquilar una peli”…no me gusta. Ir al videoclub es especial, tiene algo de rito. Tiene que ser algo meticuloso, lento, parsimonioso. Ahora hace ya muchos años que no me doy el gusto de vivir esa experiencia. De recorrer los pasillos, de pedirle ayuda al dependiente, de sentir esa especie de responsabilidad al elegir una cinta. En mi pueblo hace demasiado tiempo que no tenemos videoclub y al final se me terminó olvidando lo que me gustaba.
Ahora he pensado que tengo que recuperar esta actividad. Aunque estos tiempos de libros digitales me lo ponga difícil. Aunque tenga que coger el metro y hacer 2 transbordos para alquilar una peli de cine clásico. Esto no es una apología a la no modernidad. No estoy en contra de las nuevas tecnologías. Faltaría más. Las utilizo y me gustan. Pero esto sí es una oda a lo romántico, a las bibliotecas y al olor de los libros viejos. A los pasillos, me da igual si son de películas o de libros. Es un canto a utilizar palabras que prácticamente no se usan, o que usamos mal. Poco y mal. Me gusta la palabra propinar. Y sólo propinamos golpes. ¿Por qué no propinamos besos? ¿Por qué no vamos al videoclub? Lo dice Nacho Vegas… “propinando es un gerundio que vale la pena utilizar”.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Mondúber

Qualsevol teatre de qualsevol centre de qualsevol ciutat. Un artista que t’emociona d’una manera especial i cançons massa tristes. Pensaments forts, molt forts, quasi a crits. Una telefonada , un gest i una mirada, unes paraules que tremolen i somriuen i un bon desig. Un començament catastròfic amb una cançó que fa mal. Ja no hi ha possibilitat de remuntar. Sentir-se observada. Sentir el seu alè a sis files de distància. I gaudir, gaudir molt. És un teatre i està ple de gent. Son cançons precioses però molt tristes. No. Son cançons molt tristes però precioses. I el teatre ja no està ple, només hi som dos. Un final i un gran aplaudiment. I un retrobament. Un somriure amb paraules que no parlen i moltes mirades amb ulls que no miren però parlen. Un fins demà per favor. I un camí.

martes, 10 de enero de 2012

Diez de enero

“Esto es para archivar”. Pensé que me preguntaría algo más, pero ni siquiera me miró. Y yo no me podía mover de allí. De pie, con las manos en los bolsillos de la chaqueta, esperando algo. “¿Quieres algo más?”. Me sentó fatal esa pregunta. Era como si le molestase, como si le estuviese quitando luz… ¡pues claro que quiero algo más!. No se lo dije, pero lo pensé. Y lo pensé muy alto, como chillando, enfadada. Claro que quería algo más. Quería saberlo todo. Qué iba a hacer con todo aquello, dónde lo iba a archivar, cuándo y cómo lo haría. Si sería posible rescatarlo o si había algún protocolo de reciclado al cabo de los meses. Pero seguía en silencio. Y yo también, y eso me hacía más imbécil. Sabía perfectamente que no nos caíamos bien. De hecho, no le había saludado al llegar, sólo había dejado las cosas encima de su mesa y le di la orden de archivar. Y allí seguía, esperando. Tecleaba y tecleaba. Me miraba de reojo y eso me ponía muy nerviosa. “Bueno, si quieres lo archivo yo…” le dije muy poco o nada segura. Me dijo un ‘no’ que hizo temblar los cristales de las ventanas. Pero yo seguía ahí, de pie y aún con cara de imbécil. Ya me había sacado las manos de los bolsillos y me puse a revisar aquel montón de cosas que pronto serían archivadas. Era maravilloso. Todo aquello junto era maravilloso. Perfectamente ordenado, cronológicamente y por conceptos. Había sido fácil, casi se agrupaba solo. Dejó de teclear y me miró mal. Me puse a la defensiva, “Estoy comprobando… cosas”. Cogió todo el montón con decisión y se lo llevó a otra sala. Yo fui detrás, “Pero ¿a dónde te lo llevas?”. Ignorándome, entendí que lo llevaba a la sala de “archivar”. Lo metió todo en una caja marrón, le puso una pegatina blanca y cogió un rotulador negro. Noté que se había parado a pensar. Sonreí y pensé que al menos le podría un nombre bonito que resumiese todo aquello. Achinó los ojos y me pregunto: “Hoy es 10 de enero, ¿verdad?”. No contesté. Ese no podía ser el nombre de mis cosas, de mis recuerdos. No puedes ponerle ese nombre a su olor. A su forma de andar. A como se toma el café. Ese nombre no describe los besos, ni los abrazos, ni las horas. Así no puede llamarse. No puedes ponerle ese nombre.


No puedes.

Abril

lunes, 9 de enero de 2012

Rozando los veinticuatro

Tengo una amiga enfermera que tuvo que emigrar a París. Una geógrafa en paro que enlaza másters. Otra que aparcó sus estudios para ayudar en el negocio familiar. Varias en ‘lista de espera’. Tengo un hermano cocinero que trabaja más de 10 horas todos los días y que se tiene que conformar con 'aprender'. Otras tantas que probaron en Londres y otras tantas que probarán.

Y yo, la eterna becaria. Casi un año cobrando sólo para pagar el alquiler. Viviendo de prestado. Sobreviviendo por mis padres. Renovando contratos de risa sin parar. Pensando qué pasará en un mes, en medio año. Recordando cada día, que cuando era cajera en un súper o dependienta en Zara cobraba como una señora. Qué tiempos...

Ahora, ninguna opción me parece buena y lo peor… Es que no me puedo quejar.



Rozo los veinticuatro años, que no euros.
Y no tengo el bolsillo para novios.


Abril

lunes, 2 de enero de 2012

Las nueve de la noche.

Siete grados entrando por la ventana.

De mi madre aprendí que hay que abrir las ventanas para que se vaya lo malo por mucho frío que haga. La casa respira y tú te llenas de aire nuevo y fresco. Congelado, de hecho. Me he puesto el albornoz que guardo para visitas especiales y miro al infinito más cercano, la pared de enfrente. Me pregunto todo el rato qué más necesito. JODER, ¿QUÉ MÁS NECESITO?

Cierro la ventana y me tiro al vacío más cercano, una cama para dos.



Abril