jueves, 2 de junio de 2011

La siesta de las seis.

Casi las seis de la tarde y yo en la cama. Estoy bajo el nórdico, sin vaqueros y sin prisa. Acurrucada en el centro de la cama, de lado, con las piernas encogidas y entre mis brazos, la almohada.

Me gusta eso de meterme en la cama cuando quiero, sin que esté dentro del protocolo o del horario establecido. Me gusta que mi mente se mimetice con las paredes blancas y esa luz débil que las cortinas dejan pasar. No me obligo a dormir, pero estoy con los ojos cerrados. Así se viaja mejor.

Nadie sabe que pasa debajo de estas sábanas negras. Nadie se lo imagina. Me apetece hacerlo. Podría hacerlo. Podría hacerlo sin ni siquiera abrir los ojos. Busco la postura más cómoda y la encuentro rápidamente.



Me gusta eso de..

Abril.

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