Pagaba la empresa. Recorríamos lo más íntimo de Malasaña, dejándonos caer en lo más vintage de la zona. La carta de gintonics se me hacía interminable y siempre tenía que pensar por dos: por el que me quería beber ahora y por aquél que me traerían a la mesa cuando yo diera el último sorbo del primero.
Gintonic con menta fresca y cereza, gintonic con pétalos de rosa, gintonic con regaliz... Y cada nombre me inspiraba un momento, una historia, un tío. Por lo que la decisión era mucho más difícil, ya no solo me decidía por una marca de ginebra, por un sabor más o menos afrutado, sino también por aquello que decía el nombre. "I'm waiting for my man", "All tomorrows parties" o "Femme Fatale" decían aquello que yo quería oír. Bebí olvidándome de la medicación de mi faringitis, olvidándome de que ya eran las doce de la noche e incluso, olvidándome de que llevábamos más de ocho horas olvidando.
Mi móvil recibía llamadas que sonaban como en otra dimensión, nunca lo suficientemente urgentes como para dejar la copa y coger el teléfono. Cuando la tarde de gintonics ya estaba tocando su fin, intenté ponerme al día con aquellos que habían intentado localizarme. Lucas entre ellos, y sin pensar, pulsé llamar.
Bajaba por la calle Fuencarral, seguramente con cara de ginebra. Tenía prisa por llegar a casa y todos aquellos que me cortaban el paso se movían lentos, con ganas de empezar la noche, con sus copas recién cargadas y oliendo a recién duchados. Yo solo quería llegar ya a casa, se me notaba en la respiración y en los pasos. Y sin darme cuenta con la voz entrecortada, estaba hablando con Lucas. La única razón por la que lo llamé fue por su llamada, no me interesaba para qué me había llamado, ni me apetecía contarle qué había estado haciendo, ni qué haría después, ni qué haría mañana.
Pero allí estaba, contándole de dónde venía y hacia dónde iba. Y no solo eso, sino que además le conté qué pensaba hacer el día siguiente. Él me hacía las mismas bromas que hace tres años, ponía los puntos donde él veía necesario e intentaba cambiar mis planes sin que lo pareciera. Al menos, cuando colgué, ni siquiera me planteé por qué le había llamado ni por qué le llamaría mañana.
Solo faltaban cuatro paradas para casa. Pronto estaría metida en la cama, pensando si hoy dormiría con o sin pijama.
Al llegar a casa, me respondí a la pregunta quitándome toda la ropa con la misma prisa con la que bajé la calle Fuencarral. Mientras me quitaba los restos de color de los labios, procesaba la ginebra ingerida. Encendí un par de velas y me dejé caer sobre los cojines fucsia. Únicamente pensaba..
Que mala es la ginebra, pero que bueno está el Gintonic.
Hielo picado
Abril
Allegra
Cova
Lucas
Matías
terapia
Madrid
cama
té
él
Barcelona
Eric
Malasaña
Quim
autobús
café
dormir
feliz
interesante
lunes
positivar
positivo
sorpresa
sábanas
velas
verano
viernes
"Guille"
Albert Espinosa
Atocha
Bonito
El Penta
España
Estació del Nord
Gerard Quintana
Gin
Gran Vía
Hugh Jackman
Infinito
Ismael
Marc
Mario Benedetti
Mercadona
Natura
Sun
València
absurdo
agua
barça
biblioteca
borde
cagada
caliente
calma
calor
camisa
camiseta amarilla
copas
corazón
culo
descanso
despertador
domingo
ducha
edad
expectativas
fresa
frío
futuro
ganas
gilipollez
gintonic
inútil
jarras
jugar
labios
libro
limonada
llorar
madurar
marmota
matrícula
metro
mojados
no
notitas
octubre
olas
orgasmo
otoño
parada
pelo alborotado
pijama
primavera
publicidad
rabia
recuerdos
resaca
resignarse
risa
septiembre
sexo
siesta
sms
sushi
sí
verde
vida
domingo, 5 de junio de 2011
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