martes, 10 de enero de 2012

Diez de enero

“Esto es para archivar”. Pensé que me preguntaría algo más, pero ni siquiera me miró. Y yo no me podía mover de allí. De pie, con las manos en los bolsillos de la chaqueta, esperando algo. “¿Quieres algo más?”. Me sentó fatal esa pregunta. Era como si le molestase, como si le estuviese quitando luz… ¡pues claro que quiero algo más!. No se lo dije, pero lo pensé. Y lo pensé muy alto, como chillando, enfadada. Claro que quería algo más. Quería saberlo todo. Qué iba a hacer con todo aquello, dónde lo iba a archivar, cuándo y cómo lo haría. Si sería posible rescatarlo o si había algún protocolo de reciclado al cabo de los meses. Pero seguía en silencio. Y yo también, y eso me hacía más imbécil. Sabía perfectamente que no nos caíamos bien. De hecho, no le había saludado al llegar, sólo había dejado las cosas encima de su mesa y le di la orden de archivar. Y allí seguía, esperando. Tecleaba y tecleaba. Me miraba de reojo y eso me ponía muy nerviosa. “Bueno, si quieres lo archivo yo…” le dije muy poco o nada segura. Me dijo un ‘no’ que hizo temblar los cristales de las ventanas. Pero yo seguía ahí, de pie y aún con cara de imbécil. Ya me había sacado las manos de los bolsillos y me puse a revisar aquel montón de cosas que pronto serían archivadas. Era maravilloso. Todo aquello junto era maravilloso. Perfectamente ordenado, cronológicamente y por conceptos. Había sido fácil, casi se agrupaba solo. Dejó de teclear y me miró mal. Me puse a la defensiva, “Estoy comprobando… cosas”. Cogió todo el montón con decisión y se lo llevó a otra sala. Yo fui detrás, “Pero ¿a dónde te lo llevas?”. Ignorándome, entendí que lo llevaba a la sala de “archivar”. Lo metió todo en una caja marrón, le puso una pegatina blanca y cogió un rotulador negro. Noté que se había parado a pensar. Sonreí y pensé que al menos le podría un nombre bonito que resumiese todo aquello. Achinó los ojos y me pregunto: “Hoy es 10 de enero, ¿verdad?”. No contesté. Ese no podía ser el nombre de mis cosas, de mis recuerdos. No puedes ponerle ese nombre a su olor. A su forma de andar. A como se toma el café. Ese nombre no describe los besos, ni los abrazos, ni las horas. Así no puede llamarse. No puedes ponerle ese nombre.


No puedes.

Abril

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