Hacía demasiado frío. Vale que era febrero, pero hacía demasiado frío. Valentina callejeaba por València y ya no podía mas. Como caída del cielo, una cafetería apareció al torcer la esquina y entró sin pensar. Eligió la mesa de la ventana y pidió un café con leche muy caliente en taza, por supuesto. ¿Qué iba a hacer? No le quedaba tiempo. Al día siguiente se iba. Se iba para siempre. Bueno, nunca se sabe si algo es para siempre, pero esto...parecía que si.
Y aquí, en València, estaba él. Marc era su jefe, el que le había conseguido su deseado traslado a Barcelona, aunque ahora ya no sabía si era tan deseado.
Llevaba casi dos años enamorada de él en secreto. Bueno, en secreto sólo para Marc, porque el resto de la agencia parecía haberla calado desde el principio. El tiempo había pasado muy rápido desde que le anunciaran que por fin podría irse. Cada día al levantarse, Valentina se decía a sí misma: hoy hago algo, hoy se lo digo. Pero luego, nada. Y ahora sólo quedaba un día. Un día y adiós.
Hubo una época de esperanza. Marc se acercó a ella y hablaban mucho, aunque casi siempre acerca del trabajo. Compartían muchas cosas, como el gusto por el mismo tipo de comida, y acabaron teniendo un cita todos los días a la hora de comer. Valentina se entusiasmó, pero las cosas quedaron en eso. Marc y ella eran amigos.
Ayer en la hora de la comida, Marc se presentó a la cita con un regalo. Era una foto de la Estació del Nord de València. Seguramente Valentina le comentara en alguna ocasión que ése era su lugar preferido de la ciudad. “Para que la pongas en tu nuevo despacho y no te olvides de nosotros”. Estaba sin palabras. Quiso decirle muchas cosas, pero sus cuerdas vocales parecían estar pasando bastante de las órdenes de su cerebro. Un abrazo, dos besos y un que te vaya bien mucha suerte. Ni siquiera se quedó a comer. Ni siquiera un la hora de la comida ya no será lo mismo sin ti. Nada.
Y ahí estaba Valentina, en aquella cafetería del centro de la ciudad, desde donde se podía ver la estación, su estación. Había querido ir a despedirse. Ella también tenía un regalo para Marc. La Antología poética de Mario Benedetti. Un mediodía entre sushi y arroz blanco, ella le había hablado de ese libro y de uno de sus poemas preferidos: Táctica y estrategia. Ese poema le recordaba a él. Acababa de comprar un ejemplar nuevo para Marc. Tenía pensado escribirle algo dentro y dejárselo al día siguiente en su despacho antes de coger el avión hacia Barcelona. Y eso hizo.
Llevaba varios minutos ensimismada en sus pensamientos y en su melancolía cuando le sonó el móvil. ¿Qué? ¿Cómo que en cinco minutos en la otra parte de la ciudad? ¿Cómo que un problema con uno de los mejores clientes de la agencia? ¿Ah, que me voy mañana pero por el momento sigo siendo la que se come todos los marrones aquí? Joder, joder, joder... Valentina pegó un bote de la silla y gritó al camarero para que se acercara a por el dinero de su café. Cogió su bolso y salió volando de la cafetería.
Minutos después llegué yo, me senté en la mesa de la ventana y me encontré con un libro de poesía.
Allegra.
Hielo picado
Abril
Allegra
Cova
Lucas
Matías
terapia
Madrid
cama
té
él
Barcelona
Eric
Malasaña
Quim
autobús
café
dormir
feliz
interesante
lunes
positivar
positivo
sorpresa
sábanas
velas
verano
viernes
"Guille"
Albert Espinosa
Atocha
Bonito
El Penta
España
Estació del Nord
Gerard Quintana
Gin
Gran Vía
Hugh Jackman
Infinito
Ismael
Marc
Mario Benedetti
Mercadona
Natura
Sun
València
absurdo
agua
barça
biblioteca
borde
cagada
caliente
calma
calor
camisa
camiseta amarilla
copas
corazón
culo
descanso
despertador
domingo
ducha
edad
expectativas
fresa
frío
futuro
ganas
gilipollez
gintonic
inútil
jarras
jugar
labios
libro
limonada
llorar
madurar
marmota
matrícula
metro
mojados
no
notitas
octubre
olas
orgasmo
otoño
parada
pelo alborotado
pijama
primavera
publicidad
rabia
recuerdos
resaca
resignarse
risa
septiembre
sexo
siesta
sms
sushi
sí
verde
vida
domingo, 27 de junio de 2010
Táctica y estrategia (1)
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