lunes, 28 de junio de 2010

Matías, placer adulto.

Aquel viernes no me apetecía nada salir, habíamos pasado el día en Aranjuez y solo aspiraba a darme una ducha caliente y dejarme caer en el sofá. Pero Cova, como siempre, acabó convenciéndome. Me puse algo cómodo: un vestido vaquero y unas bailarinas. Empezamos la noche tomando una copa en El Penta, el pub de Antonio Vega, por Malasaña. Después del último trago, nos fuimos a tomar la segunda y “la última” a donde siempre terminaban nuestras noches.

Bajando por la calle Fuencarral se me abrió el corazón. Cova no paraba de decirme que ya era hora de empezar de cero, de olvidarle. Pero yo no podía... ni quería. En el fondo necesitaba un cambio, un poco de aire fresco pero ahora, ahora no podía pensar en otra persona. Y es que, desde hace tiempo, cada calle y cada esquina de Madrid me recordaban a él, a Lucas. Lo nuestro era raro, era diferente. Nunca me vi capaz de explicar aquello ni siquiera a mis mejores amigas, pero era real. Sabía lo peor de él y aun así, me encantaba. Aun puedo ver mi cara de tonta subiendo por las escaleras mecánicas de Atocha y eso que siempre me hacía esperar en la estación. No quería olvidarme de esas cosas, ni tampoco dejarlas atrás, quería darle otra oportunidad a todo esto. Una oportunidad a las semanas sin llamadas, a las preguntas sin respuesta, a los besos guardados durante semanas que luego no se daban, a la distancia en soledad.

A punto de llegar a Gran Vía, me di cuenta que estaba atrapada en un bucle. ¡Yo era ese pez que siempre se mordía la cola!.
- Cova, yo así... nunca podré fijarme en nadie.
- Ya verás como sí. ¡Un clavo siempre saca otro clavo!
- Pero Cova, yo no quiero sacarme este clavo...
- Abril, de pronto aparecerá ese alguien que te hará olvidar, al menos por un momento, a Lucas.
- No lo creo...



Aquella noche conocí a Matías.

Abril.

1 comentario:

  1. Aunque ya conozco esta historia me muero de ganas de ver como la plasmas aquí!

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